Paola - el papi de mi amiga
Hace unos días fui a pasar la noche a la casa de una de mis mejores amigas, Camila. Con ella nos une algo bastante particular, somos muy parecidas, mucha gente nos pregunta si somos hermanas. Siempre nos ha causado mucha gracia eso, y nos divierte hacernos pasar por familiares. Algunos hasta han pensado que somos mellizas, ya que el parecido es asombroso, nuestro cuerpo es exactamente idéntico, la misma altura, la piel blanca. Y en los atributos también nos parecemos ya que ambas tenemos una cola hermosa con nalgas pronunciadas y carnosas, pechos medianos pero bien formados así como lindas y robustas piernas. En lo único que nos diferenciamos es en el cabello, ya que, como dije antes, el mío es negro mientras el de ella es castaño claro y tiene una melena a los hombros con cerquillo.
Bueno, llegué a su casa a eso de las ocho de la noche, me recibieron su mamá y el esposo, que no es el papá de Camila. Estuvimos un rato conversando, hasta que mi amiga bajara ya que se estaba bañando. Yo tenía una sorpresa preparada para ella, es que había conseguido una peluca que era del mismo color y con el mismo corte de ella. Entonces, antes que bajara, me la puse para mostrarles a la mamá y su padrastro. Ellos se reían mientras yo imitaba burlonamente a Camila. Luego noté algo particular, que mientras Rossana su mamá, reía ruidosamente, Carlos su padrastro, lo hacía apenas con una sonrisa y mirándome de vez en cuando ya que estaba mirando los deportes en la televisión. Cuando lo hacía, su mirada entrecerrada dejaba en mi la duda de si le gustaba o molestaba aquella broma que estaba haciendo.
Por fin bajó Camila y nos reímos mucho de aquella parodia. Entonces ella comenzó a imitarme a mi, aunque sin peluca era poco convincente. Pero debo reconocer que me causó mucha gracia.
Sus padres se marcharon más tarde y pasamos la noche hablando de chicos. Le confesé que yo tenía como una asignatura pendiente, tener sexo con un hombre más grande. Ella me dijo que eso le parecía horrible, que nosotras apenas tenemos diez y siete años y que los hombres mayores tienen que estar con mujeres de su edad. En fin, no nos pusimos de acuerdo.
Pasó aquella noche en la cual nos dormimos tardísimo. Me quedé pensando en el papá de Camila, o bueno, su padrastro, el que tendría unos cuarenta y cinco años y no estaba nada mal, sin llegar a ser un modelo. Me levanté sin esperar a que Camila viniera conmigo. Fui hasta la cocina, en donde estaba Carlos desayunando. - Vení nena, me dijo. - Sentante conmigo. ¿Querés tomar algo?. - Si, contesté. Quiero un poco de leche. Me miró con una sonrisa extraña, como si hubiera un secreto entre nosotros.
Me sirvió una taza de leche caliente y nos sentamos a desayunar juntos. Llegaron luego Camila con su mamá y me dijeron que las disculpara, pero que tenían que ir a hacer unos trámites. Me dijeron que, si quería las esperara, pero que iban a demorar entre cuatro a cinco horas. Yo no tenía nada que hacer así que les dije que no había problemas.
Se fueron y me quedé charlando un rato más con Carlos. Me seguía sorprendiendo la altura de aquel hombre. Casi unos dos metros que a mi lado, con mi metro cincuenta quedaba gigante. Para colaborar un poco con las tareas de la casa me puse a lavar las cosas que habías usado en el desayuno. Yo estaba con un pantalón corto que me quedaba apretado y un top que dejaba mi vientre totalmente descubierto.
Carlos se había quedado sentado a la mesa de la cocina leyendo el diario. Por el vidrio de la ventana lograba ver su reflejo y también me di cuenta que de vez en cuando levantaba la mirada para mirarme la cola. Yo me sentí halagada y me apoyé en la mesada para poder hacer más notoria mi cola hermosa.
No se en qué momento se paró y se acercó a mi. Lo cierto es que cuando menos me lo esperaba sentí su mano manoseándome la cola. Más por un impulso que por un querer, intenté darme vuelta y él, apoyando su mano en mi espalda me obligó a quedarme como estaba. ? Quedate quietita, Me dijo al oído en un susurro con la respiración agitada mientras me seguía manoseando la cola.
Luego introdujo su mano derecha tocando la parte interna de mis jugosas nalgas, metiéndome la tela del pantalón bien adentro. Me abrió las piernas un poco para poder también tocar mi concha pulposa. Con una mano me tomó de la parte trasera de mi cuello y con la otra seguía subiendo y bajando tocándome toda la parte más caliente.
Me pidió que lo siguiera y yo obedecí. Pensé que me iba a llevar a su dormitorio pero pasamos frente a su puerta siguiendo por el pasillo. No entendí, hasta que llegamos al dormitorio de Camila y me dejó pasar primero. Me dijo que me sentara en la cama de mi amiga y luego abrió el closet de ella buscando algunas prendas. Me entregó el vestuario y me dijo que en unos minutos volvía que quería encontrarme con esa ropa puesta y sentada en una banqueta alta que Camila tenía en la habitación. Antes de cerrar la puerta me dijo que también me pusiera la peluca.
Fue allí que me di cuenta de su perversidad. Hice todo lo que me dijo, me puse unas medias altas de color blanco que me llegaban a las rodillas, una pollera corta a cuadros y un top de color negro, todo sin ropa interior. Me puse la peluca, entonces me senté en la banqueta y lo esperé.
No habían pasado ni dos minutos cuando lo escuché ingresando, comenzó a tocarme nuevamente. Giré mi cabeza apenas para mirarlo y él volvió a tomarme del cuello pidiéndome que mirara siempre hacia delante.
Estuvo un rato disfrutando de mi cuerpo con sus manos, mi cola, mis pechos que ya explotaban, así como mi concha depilada y que ya totalmente húmeda dejaba resbalar sus dedos. Metió su dedo mayor en mi cola mientras el resto se paseaban por las paredes de mi entrepierna.
Me dijo que me bajara de la butaca y me puso frente a él totalmente desnudo, tomando mi mano y llevándolo a su pene rígido. Con nuestras diferencias de altura, mi rostro quedaba a la altura de su pecho y el pene que ya tenía en mis manos me rosaba el vientre.
Su pija larga y gruesa se estaba humedeciendo también. Yo movía mis manos y tocaba sus testículos inflados. Hasta que comenzó literalmente a cogerme la boca, tomándome la cabeza con ambas manos. Luego me levantó y me llevó a la cama poniéndome como una perrita. Me penetró lentamente, parecía que su verga no terminaba de ingresar en mí. Me estuvo dando así mientras me tomaba de los hombros y la cabeza haciendo fuerza hacia delante y hacia atrás.
Sentía su cuerpo gigante sobre mí y le sentía jadear con su boca justo en mi oído. Comenzó a murmurar algo que no entendía. Luego de repetirlo algunas veces escuché que decía: mi perrita tierna. Me di cuenta que ese era un apodo secreto que le había puesto a Camila. También pensé que, qué derecho tenía yo a juzgarlo, con las cosas que había hecho y las fantasías que todas las noches pasaban por mi mente.
Fue entonces que decidí cumplir la suya. Lo que él más deseaba yo se lo iba a hacer realidad. Mientras seguía contorneándose le dije al oído tratando de imitar la voz de mi amiga, cógeme la cola papi. El no dudó, y se retiró para comenzar a meterme un dedo, luego dos mezclados con su saliva que era espesa y abundante. Me penetró la cola y muy, muy lentamente sentí como aquél tronco se introdujo en mí, haciendo fuerza, mucha fuerza.
Luego, cuando estaba en lo mejor de todo volvía a apoyar mis labios en su oído, y le dije: - te gusta papi, cogerte a tu perrita tierna? Sentí como su pija dentro mío recibió más sangre y se puso más gruesa abriéndome la cola que generando dolor y placer me hizo llegar al orgasmo. Él se retiró y me puso nuevamente sentada en la cama. Me dijo: - querés un poquito más de leche, perrita tierna? Le contesté que si, que me la diera toda en la boca. El líquido espeso golpeó contra mi paladar y tragué todo lo que pude, mientras chupaba sin parar. Nos quedamos los dos jadeando. Luego se incorporó, su pene aun estaba erecto a pesar de haber tenido un orgasmo.
Luego me dijo que me cambiara y me fuera, que él iba a explicarles a ellas que yo no me había podido quedar.
Se retiró de la habitación sin decir nada más e hice, como siempre, lo que me ordenó. Porque soy así, obediente.
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