Mi preciosa y sexy mucamita

Autor: Alberto Salta | 02-Aug

Grandes Relatos
Mi preciosa y sexy mucamita

I El aviso

Publiqué en un diario de mi ciudad, en el apartado de búsqueda de personal doméstico: ?Profesional 42 años, divorciado, vive solo, busca empleada cama adentro, todo servicio. Sueldo de ley. Buena presencia, entre 21 y 30 años. Concurrir de miércoles a viernes entre horas 20 a 23?.
Mi intención era clara: quería contratar a una chica que además de mantener limpia y ordenada mi casa y ropa y cocinar, fuese jovencita y sexy para estimularme sexualmente. Tengo buen aspecto físico, soy sociable y estoy dotado con 18 por cuatro centímetros. Sin embargo, luego de divorciarme dos años atrás, no quería saber nada con relaciones de pareja. Mis constantes calenturas las desahogaba pajeándome casi todos los días.
Al pedido respondieron siete chicas, todas con cuerpos seductores, no muy lindas, pese a lo cual, después de atenderlas y sacarles fotos (les dije que era para recordar como eran y decidir) me masturbé. La última chica me descolocó: esbelta, de 1.70 centímetros de altura; muy linda de cara, ojos marrones y cuerpo espectacular; pelo largo hasta la cintura, castaño claro, tez blanca. Vestía pobremente: una minifalda de tela vaquera y una remera ordinaria; calzaba unas zapatillas viejas. Dijo llamarse Eulalia, provenir del chaco salteño y tener 18 años.
La hice sentar en un sillón delante mío. Aproveché para mirar sus largas y lindas piernas y hermosa colita. Tenía sabrosos senos. Decidí que debía contratarla, pero no debía mostrarme ansioso sino hasta desinteresado.
Tenía cara de pendeja. Le comenté su aspecto adolescente y recordé que el aviso decía mayor de 21 años. Mentí que ya había seleccionado a una chica de 27 años. Entonces ella hizo un gesto de suplica, muy sensual, y me rogó que la contratase pues necesitaba trabajo y un lugar donde comer y dormir pues estaba sola en la ciudad.
- Mirá?, entiendo tu situación pero no quiero problemas con la justicia? le dije con mi mejor careta de seriedad.
- Señor, no va a tener ningún problema conmigo, al contrario, haré todo lo que usted me diga? Todo? - aseguró y bajó sus manos a los muslos hasta el borde de la minifalda, la cual subió levemente.
Advertí la sugerencia erótica que me hizo. Le sonreí. Debía asegurarme:
- ¿Todo lo que yo quiera??; ¿estás segura??; te aclaro, soy un hombre grande, vivo solo, me gustan las mujeres y cuando llego a mi casa muchas veces ando desnudo?
- ¡Me parece genial?!; Cuando usted llegue va a tener toda la casa limpia, ordenada y yo preparada para hacerlo sentir muy bien? - sostuvo, mirándome fijo mientras lentamente se pasaba su gordita lengua por los carnosos labios.
- ¡Bueno!; hagamos esto: te pongo a prueba una semana?
Eulalia, contenta, se levantó de un salto hasta donde estaba y me abrazó, dándome un sonoro beso muy cerca de mis labios. Tontamente sorprendido, retrocedí mi espalda y ella, simulando perder el equilibrio, cayó sobre mi, apoyando sus tetas sobre mi pecho.

- Disculpe señor; solo quería agradecerle? - se excusó, mientras para incorporarse apoyó su brazo derecho sobre mi bragueta, logrando que su mano palpase mi indisimulable verga erecta.
- Entonces te espero mañana a las 8; traé tus equipaje así te instalás en la habitación que usarás ? dije aparentando naturalidad. Comencé a disfrutar No bien se fuese la pendeja me haría una rica paja?
- Señor?, no lo tome a mal?, no tengo donde dormir, y no tengo más ropa que la puesta?
- Entiendo?; entonces vení, te muestro tu habitación?

La llevé hasta su cuarto, cuya entrada está enfrente a mi puerta. La cama de una plaza también estaba visible desde la mía, lo mismo que un espejo de un metro setenta ubicado al lado del lugar donde ella descansaría. Sobre la almohada había dejado dos toallones y dos toallas limpias.
- Bueno Eulalia, ubicate, ponete cómoda, bañate y mañana hablamos bien acerca de tus tareas. ¡Ah, una cosa: dentro de casa no cierro ninguna puerta, salvo la del baño, así que no cerrés la tuya; cuando tengas que cambiarte hacelo en el baño?
- ¡Gracias señor!...
Al escuchar que Eulalia entró a bañarse, con lo caliente que me había dejado la pendeja, me saqué el vaquero; vi el boxer mojado que la bragueta. Me desnudé y, sin cerrar la puerta, con la luz apagada, me tiré boca arriba sobre mi cama. Apenas toqué mi pija, durísima, sentí como una corriente eléctrica: estaba a punto de acabar. Cerré los ojos e imaginé cada detalle del rostro y cuerpo de Eulalia. Recreé sus grandes ojos, las pestañas largas y castañas, los labios carnosos, el cuello largo, sus hombros delgados, los pechos redondos, duros, firmes, la cintura fina, las caderas amables, las piernas largas y bien formadas emergiendo de la minifalda. Bajé mi mano izquierda, apreté la verga y de inmediato saltó el primer chorro de leche enchastrando mi vientre. Apreté de nuevo y el semen fue hacia los muslos, las pelotas, el pene. Mucha leche, me la refregué sobre el pecho y luego me la llevé a la boca. El sueño me invadió. Desperté con sed. Miré el reloj en la mesa de noche y mostraba las 3.35. Tomé un toallón, lo até a mi cintura y fui al baño a ducharme. Antes de abrir la canilla me dieron ganas de hacer popó por lo que me senté en el inodoro. De ese modo descubrí que entre este y el bidet estaba tirada en el suelo una bombacha. Era de algodón ordinario, rosada, chiquita, tipo tanga. La recogí y de nuevo se paró la pinchila. Llevé la prendita a mi nariz para olerla y sentí una penetrante y delicioso olor a pis y flujo. Entonces me envolví la pija dura con la bombachita y comencé a pajearme. Acabé lindo sobre la telita, la dejé sobre el bidet y fui a ducharme. Pensé en lavar la bombachita, pero se me ocurrió llevármela a mi cuarto, para ponerla al costado de mi cabeza sobre la almohada y dormirme así.
Me desperté a las 8, con la verga dura. Vi la prendita y me hice una paja rápida, acabando de nuevo sobre ella. Luego la dejé sobre la almohada. Envuelto en el toallón fui hasta el comedor. Eulalia estaba parada al lado de la mesa, radiante, preciosa, con el pelo recogido en dos coletas. Me sirvió el desayuno y se quedó de pie en la puerta de la cocina. Le dije que se sentase en el sillón individual que estaba al costado derecho de donde me encontraba sentado. El pedido tenía la intención de mirar sus piernas y deleitarme con la certeza de que debajo de su minifalda no tenía nada puesto. Su rostro enrojeció pero hizo lo que le pedí, juntando sus piernas preciosas. Le pregunté que comidas sabía preparar y mientras me contaba la interrumpí:
- ¡Ah!, anoche fui al baño y vi que dejaste en el suelo tu bombacha?
- Señor, si?, discúlpeme, me duché y la olvidé, perdoneme? - balbuceó, bajando la vista avergonzada.
- Bah, no es nada; pero hay que solucionar esto?
- ¿Qué cosa señor?
- Vos ahora estás sin bombacha, ¿no es así?
- Si?, perdón?, no tengo ropa.. ?contestó y bajó su cabeza.
- Eulalia, no te preocupés, eso lo vamos a solucionar; además, yo ahora estoy sin boxer? -y largué una carcajada- Mirá, vivo solo, y la mayoría de las veces, dentro de mi casa, hasta ahora andaba desnudo y sin cerrar puertas; pero espero que no te escandalicés si alguna vez, sin darme cuenta, ando en bolas?, perdón, desnudo?
- No señor, es su casa?
- Bueno, mientras vos te quedás acá limpiando yo iré a comprar ropa para vos; pero decime, ¿qué talles tenés de arriba y de abajo?. Pensé en traerte vestidos para el trabajo, para salir a la calle, y ropa interior. ¿Qué colores preferís?
- ¿Colores?, ¿para qué señor? ? respondió confundida.
- No se?, color de bombachas, de corpiños, ¿Qué tipo?, ¿preferís vestidos cortos o largos?
- Señor, gracias, mejor elija usted? Y no se que medidas tengo?
- Entonces tendré que medirte yo? Voy a buscar la cinta métrica, mientras tanto vos sacate tu ropa? - le dije.
- ¿Para qué? ? preguntó, sorprendida.
- Para tomar tus medidas; supongo que no vas a tener vergüenza, soy un hombre grande y no me asusta ver una chica desnuda?- sostuve sonriendo.
Sin esperar su respuesta fui hasta el cuarto donde guardaba herramientas. Encontré la cinta métrica y antes de volver al living desajuste un poco el toallón. Mi plan era que en algún movimiento cayese para quedar desnudo. La excitación logró pararme la polla.
Encontré a Eulalia desnuda. ¡Era impresionantemente hermosa, apetecible, una escultura de mujer! Me coloqué detrás de ella y rodeé sus preciosos senos con la cinta. Simulando torpeza la dejé caer. La preciosa se agachó rápidamente para alcanzármela y al incorporarse rozó mi toallón, el cual quedó al borde de soltarse. Volví a rodear sus tetas, apoyé mi cuerpo contra el suyo, lo separé y en ese momento cayó lo único que me cubría. Mi pija saltó enhiesta, en el mismo instante en que Eulalia giró su silueta y me contempló.
- Bueno, esto lo voy a solucionar después? - expresé con una sonrisa ? Ahora quiero medirte.
- No hay problema señor?, haga tranquilo? - sostuvo ruborizada y con la respiración agitada.
Con calculada morosidad medí sus formas, aprovechando para tocar sus costados. Al llegar a la cadera me arrodillé y olí su conchita. Quedé cautivado.
- Tenés 93 de busto, 62 de cintura y 92 de cadera; nada mal?
- ¿Nada mal para qué señor? ? preguntó.
Obvié responderle. Sonreí para adentro. La vestiría como mi mucamita erótica?
(Continúa)

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