Nuevas perspectivas de placer
No hace mucho tiempo me mude, por fin, de barrio, dentro de mi ciudad: Madrid. Llevaba ya tiempo con la idea rondándome en la cabeza pero decidirte a comprar un piso es un paso que se merece un tiempo de reflexión.
Pero, por fin me había decidido, me puse a buscar como un loco algo parecido a lo que tenía en la cabeza. Y lo encontré... un pequeño apartamento muy bonito y soleado en La Latina de Madrid. Había elegido este barrio pues es, aún, uno de los pocos asequibles y, además, es un barrio muy popular y joven... y por supuesto muy cosmopolita porque en unas pocas manzanas te puedes encontrar con gente de todas las partes del mundo
Mi apartamento estaba en un "corrala". Por si alguien no conoce este tipo de edificaciones son las propias y populares de Madrid. Son un conjunto de viviendas en torno a un patio visto lleno de galerías por la cual accedes a tu vivienda y a la de tus vecinos.
Pero bien, tampoco quiero enrollarme más pues no es el objetivo de este relato describiros mi barrio sino más bien su gente y concretamente a ella. Al poco tiempo de estar ya disfrutando de mi apartamento empecé a tener contactos y relaciones con mis vecinos más cercanos, todos ellos muy amables y hospitalarios y dispuestos a echarme una mano en lo que me hiciera falta. Sin embargo, aún no conocía a mi vecino de la izquierda. Una pareja me comento que era una chica pero que se ausentaba breves temporadas por motivo de trabajo y estaba claro yo había llegado en una de esas ausencias laborales. Y ahí quedo la cosa, mi curiosidad satisfecha y mi vida en mi nueva casa empezaba a andar. Y ahí quedó todo hasta que de repente una tarde, casi anocheciendo sonó el timbre de mi puerta. En esos momentos, yo disfrutaba de una agradable ducha así que, velozmente, me sequé lo mejor que pude, me puse una toalla en la cintura y una camiseta cualquiera y me encaminé hacia la puerta.
No podía, ni mucho menos, adivinar quien me esperaba tras la puerta, pero al abrir ésta, me encontré delante con una mujer, una belleza de mujer de unos veintitantos años sonriéndome y saludándome. Ella era morena, con buena estatura para ser mujer y un cuerpo que dejaba adivinar una figura de infarto pues llevaba un vestido largo y suelto que le sentaba a las mil maravillas. Pero lo más bonito y gracioso era su cara, de verdad que era angelical con unos ojazos negros que te atrapaban y unos labios mmmm... aun tiemblo de excitación al recordar la mueca de sus labios cuando me presente ante ella.
- Hola, me llamo Claudia, me dijo alegremente
- Ahhh... si... - apuré a decir, pues debo reconocer que la situación me había descolocado un rato (ahí me encontraba yo, medio desnudo, con la toalla a punto de caerse y sin poder dejar de mirar su sonrisa).
- Soy tu vecina de al lado
- Ahhh... perdona... no lo sabía. Encantado de conocerte, me llamo Marco.
Y me adelante hacia ella con la intención de darle dos besos de presentación, pero justo en ese momento al acercarme a ella, mi toalla hizo un amago de caerse, menos mal que rápidamente baje las manos a la cintura y lo pude sostener pues sino la situación hubiera sido algo comprometedora... pues reconozco que se había despertado cierto "calor" en mi. Ella se dio cuenta y riéndose me dijo que quizás no era un buen momento para presentaciones y que me dejaba terminar con mi baño. Yo apenas acerté a contestarle pues demasiado tenía con intentar que no se me cayese la toalla de la cintura o se me notase la erección que ya empezaba a asomar, así que apenas nos despedimos con un simple "hasta la vista, nos veremos". Cerré la puerta y me fui directo hacia la ducha, necesitaba otra pero bien fría que me calmara los ánimos.
En los siguientes días no nos llegamos a cruzar pero mi cabecita no podía dejar de pensar en ella, en su mirada cautivadora, su sonrisa y sus labios: esos maravillosos labios a los que me imaginaba recorriendo todo mi cuerpo. Sin embargo una mañana de sábado, salí yo al patio de la corrala con mi cesto de ropa lavada a tenderla. Justo en ese mismo momento también salía Claudia de su casa con el mismo propósito y como ambos somos vecinos, pues también la cuerda de nuestra ropa era "vecina". Solo el tenerla al lado me ponía nerviosito. Llevaba un pantalón vaquero ajustado que mostraba un hermoso culo. El otro día, con el vestido amplio no había podido comprobar lo espectacular de su figura, pero hoy saltaba todo a la vista pues llevaba una pequeña camisa ajustada que mostraba generosamente sus encantos. Creo que ella se tuvo que dar cuenta de mi estado pues nada más saludarme me dijo:
- Hace un poco calor hoy, no?. Te veo acalorado.
- Si, oye Claudia quería disculparme por lo del otro día, apenas pude decirte algo pero es que me pillastes de improvisto e imagínate si me cae la toalla. Le dije yo sonriendo.
- Ja ja ja... - se rió sin dejarme de mirar - Hubiera estado muy gracioso, pero no te preocupes es algo normal.
Mientras hablábamos yo no podía dejar de mirar la ropa que estaba colgando en la cuerda, minúsculos tangas unos tras otros y pequeños tops, camisas, faldas. Ella se dio cuenta y como disculpándose me dijo:
- Me gusta la ropa "ligera"... así me encuentro más cómoda y a gusto.
- Te entiendo, a mi me pasa lo mismo.
- ¿Tu también usas faldas, tops y tangas? - me pregunto riéndose.
- No... no... me refería que a mi también me gusta la ropa suelta, sobre todo en verano.
- Ahh, empezaba ya yo a pensar como te quedaría uno de mis tangas... ja ja ja
Y los dos nos reíamos pues la verdad seguro que quedaría ridículo en un tanga. Al acabar de tender la ropa me dijo que si me apetecía tomar una café en su casa después de comer. Yo, ante tal pregunta me quede, una vez más paralizado y empecé a balbucear.
- Mmm... esta tarde... yo... no se si.
- ¿Has quedado ya? ¿Tienes que hacer algo? - me pregunto con ojos de mimosa.
- No, realmente no... solo me iba a duchar... ja ja ja
- Vale, entonces te vienes, tu y tu toalla... ja ja ja - me confirmo.
Y así quedamos para después de comer, durante ese tiempo yo no pare de imaginarme mil situaciones con ella, disparates y fantasías propios de cualquier hombre en mi situación, hasta que la hora llego. Me acerque a casa con unos pocos pasteles que tenía del día anterior y llame a la puerta. Claudia me abrió y, de nuevo, se me mostró como una aparición divina. Acababa de salir de la ducha y aún tenía su pelo mojado y algo rizado debido al agua. Llevaba un vestido ajustadito de una pieza que resaltaba su figura y me dejaba admirar sus piernas. Me sonrío y me hizo pasar.
- Hola, Marco... te recordaba más guapo en toalla, pasa que preparo el café en un momento.
Me hizo pasar a su salón, que estaba decorado con muy buen gusto. Colores cálidos y un sofá muy acogedor lleno de cojines de muchos colores y telas.
- Estás en tu casa, ahora vengo yo - me dijo.
A los cinco minutos, el café ya estaba preparado. Lo sirvió y se sentó, muy seductoramente junto a mí en el sofá. Los primeros momentos hablamos de temas banales que nos sirvieron para conocernos mejor. Ella me contaba que era actriz de teatro y que, a menudo, estaba fuera con la compañía actuando en otras ciudades de España. En su última obra me contó que su papel mostraba a una mujer que era abandonada por su pareja y como ese suceso le hacía replantearse su vida y las relaciones afectivas. Yo, a su vez, le hable brevemente de mi trabajo y de mi vida en La Latina. Mientras se sucedía la conversación, yo intentaba ser lo más cortes posible y que mis ojos no se fueran directamente a sus pechos, los cuales resaltaban, en su vestido o al recorrido de sus piernas kilométricas. Sin embargo, creo que algunas de mis miradas no fueron demasiado sutiles pues nuestras miradas se cruzaron. Yo, me sonroje y agachando levemente la cabeza me disculpe. Ella se volvió a reír y me dijo:
- No te apures, yo también me fije en ti cuando te conocí con esa diminuta toalla.
Su respuesta me tranquilizo, pero su mirada directamente reflejada en mis pupilas me pusieron de nuevo nervioso. Ella se levanto y me pregunto si fumaba. Yo le contesté que de vez en cuando si fumaba un cigarro. Ella me comentó que ella estaba en la misma situación pero que ahora le apetecía fumar uno y que sino me importaba podríamos compartirlo. Yo, en un momento de soltura, le dije que sería capaz de compartir todo el paquete con ella. Ella se levanto riéndose y me dijo que igual me dejaría coger su paquete, guiñándome el ojo
Al volver con el cigarro, ella se paró delante de mi y me dijo:
- Marco, ¿Te gusta lo que ves?.
Su pregunta me descolocó pues aunque sabía muy bien a que se refería si me sorprendió su directa.
- Claudia, claro que me gusta lo que tengo delante o... ¿Mis miradas anteriores aún no me han delatado?.
Tenía delante de mi a una mujer joven, guapísima, con la piel ligeramente morena y con un vestido que resaltaba sus curvas y sus dos firme pechos que parecían apuntarme desafiándome. Se acercó hacia mi mientras yo le contaba que me parecía increíble que no tuviera pareja, a lo que ella me respondió que no todos los hombres estaban preparados para degustar los mejores manjares y apreciar la belleza sin etiquetarla. Yo, en ese momento, muy seguro de mi mismo le respondí que era joven e inexperto en muchas facetas de la vida pero que nunca antes había rechazado un plato exquisito o no había dejado de admirar una obra de arte
Ella puso sus labios frente a los míos y me pregunto:
- ¿Estás seguro?
Y antes de que yo respondiera la acerque a mí la bese dulcemente en los labios, sonriéndola:
- Claudia, estaré encantado de admirar y degustar tu belleza.
Todas las cartas estaban sobre la mesa y nuestras intenciones bien claras. Ambos nos gustábamos y estábamos deseando dar el primer paso e iniciar nuestra particular lucha, sólo faltaba el estallido que rompiera las buenas maneras y decoros sociales y nos convirtiera en dos animales salvajes. En ese momento Claudia se abalanzo sobre mí y me susurro al oído:
- Marco... desde el primer día que te ví he estado fantaseando con lo que escondías debajo de tu toalla.
Mientras me decía esto, su mano había bajado directamente a mi entrepierna y me empezaba a sobar mi verga, la cual al poco tiempo adquirió un tamaño espectacular. Yo me sentía en el cielo, dejándome llevar por mi diosa y sus besos recorriendo todo mi cuello y pecho. Ella me susurraba cosas obscenas, dejándome imaginar lo que vendría después.
Sus hábiles manos bajaron mi cremallera y se introdujeron dentro de mi pantalón provocando un suspiro de placer al notar sus dedos jugando con mis partes más intimas. Me sonrío viciosamente mientras me bajaba los pantalones sugiriéndome que cerrara los ojos y me dejara llevar. Sin mas contemplaciones acerco sus labios a mi verga y la besó, primero tímidamente y después salvajemente se la metió en la boca. Yo me dejaba llevar mientras su boca succionaba de arriba abajo mi polla que había adquirido un tamaño como jamás recordaba. De repente note un cosquilleo especial, una especie de gustito especial... abrí los ojos y entrecortadamente acerté a preguntarle:
- Claudia, mi amor ¿Qué me estas haciendo?, es riquísimo... por favor no pares, quiero ser tuyo.
- Lo serás Marco. ¿Te gustan mis deditos traviesos?.
- Mmm... si... sigue por favor, nunca me habían hecho esto y reconozco que me estás volviendo loco.
Claudia no dejaba de chuparme mi polla mientras sus dedos hábilmente masajeaban mi zona anal. El placer que estaba recibiendo era indescriptible, quería corresponderla pero ante mi iniciativa me dijo que esperase, que ya habría tiempo para satisfacerla a ella.
- Ven - me dijo. Se levanto y me guió hacia su habitación.
- Quítate toda la ropa, cariño... te voy a hacer algo que te encantará.
Yo, en eso momentos, no respondía de mi mismo, me dejaba llevar y no podía quitarme de la cabeza el gusto que me estaba dando sus hábiles dedos. Cuando me quite toda la ropa, ella me tumbo violentamente sobre la cama acercándome su dedo.
- Voy a darte lo que tanto deseas, mi putita... chúpame el dedo.
Ya era suyo y así se lo dije abalanzándome sobre su dedo. Se lo cogí y empecé a chupárselo mientras le manoseaba sus pechos por encima de su camisa.
- Mmmm... Marco que ardor... que bien mamas tu mi niño, creo que me va a encantar tu lengua.
- Si... quiero comérmelo todo. Claudia quítate la ropa pues quiero recorrer todo tu cuerpo con mi lengua.
- Silencio mi niño, ahora mando yo.
Según decía esto me dio la vuelta y me puso a cuatro patas, acercó su mano por debajo y empezó a manosearme los huevos mientras sus dedos volvían a jugar con mi culito trazando círculos. Y de repente, bajo su cabeza e introdujo su lengua en mi culo y empezó a lamerlo... aunque parecía más bien que me estaba follando con la lengua. La situación no podía ser más excitante, estaba a cuatro patas en la habitación de mi vecina ofreciéndole mi culo y ella follándomelo con la lengua y con sus dedos. Yo no paraba de gemir y gozar y cuanto más ardiente me ponía más cachonda se ponía ella.
- ¿Te gusta... eh Marco? ya sabía cuando te vi por primera vez que tenias cara de jovencito vicioso.
Yo apenas atinaba a responder coherentemente, solo quería más, su dedo más adentro que nunca lo sacara.
- Claudia... por favor mmmm... sigue, me encanta que me hagas eso en mi culo. Sigue por favor, fóllame.
- ¿Quieres que te folle?. No... cariño, ahora te toca a ti y me vas a follar como a una perra en celo, pero acuérdate de tu promesa: debes apreciar y degustar mi belleza.
- Claro que si mi amor... te deseo.
En ese momento se dio giró levemente, levantándose para quitarse su camisa. Ante mi se mostraba un cuerpo escultural con dos montañitas redondas y prietas que invitaban al pecado.
- ¿Te gusta mi cuerpo, Marco?
No hubo tiempo para una respuesta pues me tiré sobre ella comiéndole sus pechos y sus labios mientras ella gemía.
- Ahh... mi Marco, que caliente que eres. Espera mi amor que quiero darte una cosita.
Se dio la vuelta y se bajo lentamente el pantalón mostrándome su culo en todo su esplendor.
- ¿Qué te parece Marco, te apetece comérmelo? - mientras ella misma se acariciaba su culo.
- Claro, te lo he dicho, quiero comérmelo todo.
- ¿Estás seguro Marco? - dijo maliciosamente mientras se giraba y me mostraba.
Y entonces pude apreciar su belleza en toda su totalidad, esta preciosa mujer escondía en su interior un encanto que la hacía aún más interesante. Ella apreció mi reacción de sorpresa y se acerco mimosamente hacia mi.
- Cariño ¿Te has quedado mudo? - me sonrió Claudia.
- No, mi amor... solo que no se si sabré degustar tu belleza - le dije mientras pasaba seductoramente mi lengua por mis labios.
- Tu no te preocupes... te voy a enseñar a darme placer.
Me beso... y mientras lo hacía mis manos ya jugaban con su verga que empezaba a ponerse durita. Me encantaba la sensación de sentirlo crecer en mi mano y ver como gozaba de placer. En esos instantes me sentía como una zorra con su polla en mis manos. Sin mas dilaciones... me agache, mire a Claudia y empecé a comerle la polla tal como me gustaban que me lo hicieran a mi.
- Así cabrón, cómetela enterita, te gusta mmmm... si, ya veo que te gusta... si mi amor.
Yo apenas pensaba en lo que estaba haciendo, sólo sabía que me estaba encantado el sexo con esta diosa y no podía dejar de chupar su polla que cada vez me sabía más y más rica.
- Mi amor, me estás haciendo gozar muy rico. Quiero me hagas el amor ahora.
Se dio la vuelta y me ofreció su culo, me acerqué a él y empecé a besarlo, poco a poco fui introduciendo mi lengua en el, tal como ella me había hecho apenas unos minutos antes. Sus jadeos me confirmaban mi buen hacer así que dejándome guiar por ella me prepare para hacer el amor por primera vez con Claudia.
Y que deciros... que fue maravilloso, los dos gozamos como nunca y yo descubrí, gracias a ella, nuevas perspectivas de placer. Me tenía loquito pues en mi vida había estado con una mujer tan hermosa y salvaje... y debo reconocer que me encantaba su secretito. Aquella tarde le hice el amor y volvimos a practicar sexo oral. Ella quiso cojerme por detrás pero le avise que era virgen y que posiblemente me dolería bastante. Ante mi observación, ella me comentó que lo entendía y que poco a poco ella me prepararía para penetrarme y ser suya.
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