Un amanecer especial

Autor: SYLVIA | 25-Apr

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Paisaje perfecto ante sus ojos, escenografía de ensueño. Mar tan azul, tan frió y tan vasto, olas calmas que bañan la orilla, estallando en sordos golpes contra la arena que la absorbe en muda respuesta. Soledad a su alrededor, contempla el cielo que la rodea, y observa una las estrellas a cual más refulgente, que parecen saludarla y decirle: No estas sola... estamos contigo donde quiera que vayas... Su blanco vestido, lame sus pies húmedos y se pega a su cuerpo mecido por la brisa nocturna. No lleva otra cosa sobre el, y siente a través de la tela humedecida, los pezones rozar como caricias atrevidas que desean ir mas allá de todo lo admitido.

Una leve brisa se ha levantado de pronto, y se abraza a si misma, deseando en su interior recibir otros brazos no los suyos, que la cobijen y la colmen de ternura. Levanta un poco la falda de su vestido, hasta llegar a sus muslos, se observa a si misma, que pasara ahora por su mente?.Mira a su alrededor, solo silencio, oscuridad, el ruido del oleaje y ella. Se tiende sobre la arena, un poco alejada de las olas, y contempla algo sonriente ese mar de estrellas que titilan sobre su cabeza, como susurrándole extraños secretos. Su cuerpo la llama, como tantas veces, es por eso que levanta la falda de su vestido llevándola hasta su cintura, debajo de ella no existen mas vestiduras. Su vello pubico es tan negro como la noche, ensortijado. Sus níveas caderas se entreabren para dar paso a su mano, la derecha, sin apartar la vista de ese cielo mágico que parece hipnotizarla desde lo insondable. Sus dedos van apartando paulatinamente los vellos, hasta llegar a su gruta escondida, allí se tropiezan con eso que ella no sabe aun definir que es, pero que cada noche al ser rozado, la hace estallar en ardientes convulsiones que queman tanto su cuerpo como su mente.

Jamás hombre alguno beso sus labios, tampoco fue poseída, solo en sueños, y siempre imagino que algún día, cuando sucediera seria imborrable. Roza una y otra vez, ese trocito de carne que la agita, y que al sentir sus dedos atrás adelante una y otra vez, va asomando y va perfilándose a través de sus dedos, frota una y otra vez, mientras su otra mano, va sin pensarlo a sus pechos, que suben y bajan al compás de su respiración que se hace cada vez mas agitada, los pezones parecen peras maduras que quisieran estallar a través del vestido. Por tanto, se incorpora, vuelve a mirar a su alrededor y se nota tan sola como momentos atrás.

Se quita el vestido y queda desnuda como diosa de alabastro. Ella, el mar, y las estrellas, que esta noche serán cómplices de su éxtasis tantas veces logrado en la tibieza de su cama de niña virgen. Sus 20 años no han sido profanados por hombre alguno, solo la tibieza de sus propias manos, y la de su cama quien ha sabido, escuchado y cobijado sus gemidos al llegar a ese orgasmo que ella aun no sabe como definir que siente.

Vuelve a tenderse sobre la fina arena que apenas roza su cuerpo tan caliente como lo tiene. Vuelve a abrir sus piernas y a hurgar en el rincón escondido entre ellas. Mueve los dedos una y otra vez, adelante, atrás, adelante, atrás, su ano la incita pues se contrae a cada movimiento de sus manos, y de su boca escapa un callado gemido que solo el golpear de las olas sobre la orilla puede acallar. Ya no ve las estrellas en el firmamento, tiene los ojos cerrados, fantaseando quien sabe con que príncipe azul que no termina de venir a ella, imaginando que sus propias manos son las suyas, que recibe besos calientes, ardientes por sobre su piel.

Esta tan caliente su piel, que casi puede sentir como otras manos se mueven junto a las suyas, que bocas besan su piel, su rostro, sus pezones, acariciando todo su cuerpo. De pronto solo atina a abrir los ojos, cuando siente labios calientes apoderarse de los suyos, quiere incorporarse, gritar pero permanece atemorizada, y sin pensarlo su boca se entreabre como una flor sedienta de agua, esa vorágine que se ha volcado sobre ella, la arrastra a un fondo de locura. Una lengua dura y sensual, entreabre sus labios, toca la de ella, y parecen dos rayos, ella teme, no sabe como responder, siente unas manos apoderarse de su cabeza, y la lengua que hurga primero suavemente en su boca, luego con mas vehemencia, hasta casi enseñarle como hacerlo, la incita a más. Ella es hábil aprendiz, enseguida devuelve esa fuerza y ese vigor en esa boca que se le apareció en la noche, que es espía de su cuerpo desnudo, pero no puede pensar. Siente temor, quien es el? Me herirá? Pero nada mas puede pensar, no tiene respuestas, solo sentimientos de deseo, mezclados con pasión contenida y ya no es dueña de si misma.

Se deja hacer porque su cuerpo y su mente la amarran al desconocido. La boca suelta su presa por un instante y ella se siente desvalida, temerosa, pero de pronto, comienza a vagar por su cuello, donde posa un beso suave como caricia de mariposa, por sus hombros, vuelve a su boca, como para recordarle que allí esta, ella no sabe que hacer con sus manos, y tímidamente apoya una de ellas sobre el cuello de ese absoluto desconocido que la esta haciendo sumergir en un caos de deseo, de angustia por lo incierto, pero que no tiene fuerzas para rechazar. Ese solo contacto, hace que el hombre imprima mas presión a su boca, y la de ella como a la muda orden, se entreabre y brinda el beso que aprendió hace segundos a entregar. Su otra mano rodea el cuello del desconocido y sin desearlo, su cuerpo se arquea como buscando al objeto de sus deseos.

Las manos del hombre bucean bajo el cuerpo de ella para hundirla mas contra si mismo. Vuelve a soltarla y ella ve como esta arrodillado sobre la blanca arena, despojándose de su camisa, dejando ver un pecho musculoso y bronceado, con algo de vello, no demasiado. Lo ve incorporarse y bajar sus pantalones, quedando totalmente desnudo ante ella. Desde su altura la contempla, su sexo esta erguido, provocando en ella una mirada avergonzada que hace que su cabeza gire rápidamente hacia el costado.

El vuelve al hueco tibio de su cuello, sus manos acarician sus hombros, sus pezones, los cuales son rodeados por la palma de su mano, levantando primero uno y depositando un cálido beso, boca caliente de hombre ardiendo, lengua húmeda que lame como si fuera un gatito lamiendo su leche, provocando en ella el primer gemido de placer, luego contrae el su boca y chupa como si fuera un bebe tomando su leche, apresa el pecho desde abajo y sobresale mucho el pezón que es hábilmente tironeado por sus dientes, y su lengua una y otra vez, mientras el otro pecho casi gime en silencio en clara suplica de atención.

La boca del desconocido vaga descontrolado de uno a otro, provocando la misma caricia, al compás de los gemidos ardientes de la joven. Al ver la boca de ella, entreabierta, no puede evitar, acomodar su cuerpo de forma tal que su sexo queda totalmente apoyado en sus labios entreabiertos, quien retrocede abriendo los ojos apresuradamente. Pero el, con firmes caricias y haciendo un leve roce contra sus labios, los acaricia una y otra vez con su sexo, hasta hacer que sin desearlo, ella entreabra su boca recibiéndolo húmedo y duro totalmente.

No hay palabras, no hay mas que gemidos y respiración entrecortada de ambos, y el murmullo del mar que los acompaña. Ella supone que es una fuente de placer la que se le esta brindando y entrelaza sus manos alrededor de el, haciendo que el desconocido lo introduzca un poquito mas, ella lame, pasa su tímida lengua por alrededor de la cabeza de su sexo, el glande parece estallar y gotas lubricadas comienzas a manar de el, mientras las manos del hombre, van acariciando su vientre hasta llegar a la vagina de la chica, secreto de amor imprevistamente abordado por manos desconocidas pero firmes, desconocidas pero calientes, desconocidas pero que hacen que su mundo interior estalle en miles de fuegos de artificio.

Ya no son sus propias manos que tocan ese montículo de carne que esta duro como tantas veces lo esta a solas con ella, ahora es acariciado por manos firmes que saben lo que hacen. El desconocido de pronto quita su sexo de la boca de ella, y ella piensa: Que hice? Le hice daño? Se enfado?. Pero en su inocencia lo que no percibe es que el hombre, se contuvo a duras penas de no estallar en su boca, ya se dio cuenta que esta con una joven virgen, y no desea opacar ese momento con un estallido imprevisto, desea gozarla por entero y hacerla disfrutar.

Después de todo, piensa él, no se encuentra una virgen todos los dias. Su boca vaga por el vientre de la joven, y baja, hasta llegar a las piernas que ella ahora las tiene apenas entreabiertas, pero el, ejerciendo una leve presión, hace que se abran totalmente. La cabeza del hombre se introduce entre sus piernas, y la lengua que tanto calor y ardor le produjo en todo el cuerpo, y en su boca, ronda el montículo de carne, que se abre como una flor a sus embates. Siente rodar por arriba y por abajo su lengua caliente y húmeda, mientras los dedos del hombre, (sus dos manos) abren su vagina, ya las manos de ella no acarician, comprimen, aferran el cabello del joven, y aprietan contra su vagina, pretendiendo que no salga de allí. El éxtasis que provocan sus dedos y su lengua es inenarrable.

El levanta su cuerpo por debajo de sus caderas, y la lengua sigue un viaje interminable hasta su ano, donde deposita un beso casual, para volver a subir a su vagina, allí lame, y lame, tal como lo hizo con sus pezones, y el botón rosa, comienza a contraerse, junto con el cuerpo de la chica, que parece levitar, desprendiéndose de la arena, para volver a caer pesadamente, una y otra vez. Los gemidos de gozo, de placer emitidos por la chica son cada vez más fuertes, y hacen que el hombre casi no pueda contenerse, ya es casi materialmente imposible, haciendo un esfuerzo sobrehumano. Eleva su cuerpo por sobre el de la chica, y coloca el extremo de su sexo, sobre los labios goteantes de la vagina, pasa sus brazos por la espalda de la chica para atraerla hacia si mismo, deposita sus labios en los de ella, y embiste lo mas suavemente posible.

Ella se contrae en un gesto mezcla de dolor y sorpresa, pero no puede hacer mas, puesto que una oleada de fuego la consume, y la boca hurga en la suya, haciéndola responder enloquecida. De a poco, ese bastón de carne se introduce dentro suyo hasta encenderla totalmente, y en medio de ese silencio nocturno, siente que un liquido caliente viscoso, la inunda, las manos del hombre se contraen sobre su espalda, al mismo tiempo que ella siente derretirse toda por dentro, de los labios de ambos surgen gemidos que parecen de agonía pero son perfectos y sin desearlo ambos, sincronizados. Estallan juntos en un orgasmo brutal que se mezcla con su propio fuego interior. Quedan fundidos el uno en el otro por varios minutos. Como desmadejados, acariciándose mutuamente.

El retira su boca de la de ella, y apoya su propia cabeza en el hombro de la joven, quien lo acaricia lentamente una y otra vez. Procura luego de unos instantes retirar su sexo con cuidado de ese hueco caliente y sensual que tanto lo estimulo, y quedan ambos de cara al cielo. Ya no hay estrellas, el cielo se ha tornado de un anaranjado muy tenue, el amanecer esta anunciándose levemente. Ambos se miran por primera vez, ella con timidez, con vergüenza pero feliz, sin arrepentimientos de ningún tipo, perdió su virginidad con un desconocido en el paso de la noche estrellada a un amanecer perfecto. Se incorpora, no sabe que hacer, si permanecer desnuda ante quien la poseyó, o vestirse, pero opta por lo primero y se aleja hacia el mar, el la contempla un instante, e indeciso entre retirarse o seguirla, decide entrar con ella al mar, y ambos se sumergen meciéndose suavemente entre las olas, mientras el sol aparece primero gradualmente en el horizonte y luego con mas fuerza.

Abrazados lo contemplan, la espalda de la chica, apoyada sobre el pecho de el, se miran a los ojos y se sonríen, ella perdió su virginidad y el fue el culpable pero no lo siente como una culpa, al contrario se siente feliz, después de todo la chica es tan bella. Salen hacia la orilla, el recoge su ropa que se coloca despacio, casi sin ganas. Ella coloca su vestido sobre su cuerpo cansado, pero jubiloso. Y por primera vez en toda esa "corta" noche, se hablan...

- Yo soy Juan, y me siento feliz de este encuentro, como es tu nombre?

Y ella responde: Mi nombre es Ana, y tambien me siento feliz de haberte conocido, aunque no es como esperaba a mi príncipe azul o quizás si.

Han pasado varias horas, Ana abre sus ojos y se encuentra en su propia cama, el vestido blanco de horas antes esta sobre la cama a sus pies.

- Lo soñé??? Lo viví?? Dios mío! Que sucedió?

Toca su entrepierna y dos gotitas de sangre aun frescas, reposan entre sus dedos, mudas testigo de algo que Ana no puede comprender. Toca el vestido y siente aun el aroma salobre de la playa. Y al volver su cabeza, observa sobre la alfombra un trozo de papel pequeño. Un teléfono, un nombre.

No fue simplemente un sueño más....

Sylvia de Uruguay (Jueves 26/04/01)

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