Con ella éramos tres
El viernes por la noche, estuve esperando que llegara Julián. El me había avisado que se encargaría de encontrar a la mujer que se ajustara a lo que pensaba que me podía gustar a mí y que yo le esperara en casa. Estuve dando vueltas por la casa como una tonta, preparando, no sé, algunos sandwiches, bebidas, algo frío por si queríamos picar algo. Excuso decir que mi coño estuvo empapado toda la tarde y la braguita que me puse, al final de la tarde estaba para tirarla. Intenté no masturbarme para mantener todo mi sexo dispuesto para la noche, pero no me fue posible, en parte por la excitación, en parte por los nervios ya que, cuando estoy muy tensa o no puedo dormir, me hago una paja.
El caso es que al avisarme Julián que llegaría sobre las nueve y media, a eso de las ocho llené la bañera de agua caliente, gasté media botella de gel y sales, y me metí dentro. Estuve dentro quince o veinte minutos, con los ojos cerrados, medio adormilada, acariciándome el clítoris y así tuve dos orgasmos, y podría haber tenido otros catorce. Pero decidí parar. Algo me calmó, pero tampoco demasiado. Me lavé la cabeza y me arreglé. Estuve dándole vueltas media hora a la ropa interior que ponerme y al final me decidí por un conjunto de sujetador y braguita color rojo oscuro, casi caldero, muy sencillito, con poco encaje. Así que me fui al salón, me senté en el sofá, y empecé a fumar como una tonta. Lo había dejado hace unos meses, pero no pude resistirlo.
Diez minutos más tarde oí cómo se abría la puerta, y voces. Una, la de Julián, la conocía pero la otra, no. Me puse en pie. Al oir que la puerta se abría, sentí que me daba un vuelco el corazón, y eso que llevaba diez minutos esperándolo, y les vi pasar por la puerta.
- Raquel, te presento a Nuria.
Me quedé como petrificada, supongo que no se me debía ni entender lo que hablaba. Ella empezó a reírse, muy simpática. Supongo que notó lo nerviosa que estaba. Me acerqué y le pedí su abrigo para colgarlo. Nuria era todo lo que podía haber deseado, al menos físicamente. Cuando se quitó el abrigo, la vi entera. Apenas debía medir 1,55, si es que llegaba, pelo muy cortito, con flequillo, negro teñido. Ojos verdes y piel muy blanquita. Delgadita, pero con formas. Llevaba un vestidito negro, algo cerrado a la altura del cuello, y más bien corto por abajo, no le llegaba a las rodillas. Medias negras de fantasía, con calados, y zapato no muy alto.
Y tenía las manos heladas. Es curioso de lo que se acuerda una de las cosas más tontas. Cuando fui a besarla, se produjo un instante curioso. Le sacaba como veintitantos centímetros, parecía que iba a comérmela. Las dos nos dimos cuenta y nos reímos como tontas. Pasó al salón mientras Julián me llevaba aparte. Me dijo que no me preocupara por el tiempo, que la había contratado toda la noche. Viéndola, me imaginé que debía haber costado un dineral ya que no parecía una puta barata, pero decidí no pensar en ello. Cuando pasé al salón, ella ya se había sentado en el sofá. Nos sentamos todos, puse bebidas. Ella pidió un refresco, y yo me tomé un ron con hielo. Hablamos de tonterías hasta que, un poco más calmada, me fijé en su cara. Nada más verla entrar, la impresión que me dio fue la de una niña, por su tamaño y sus facciones. Ahora, por las marquitas junto a los ojos, las pequeñas arruguitas cerca de la boca, me daba cuenta que, si bien era joven, debía andar cerca de los treinta.
Al cabo de unos instantes de hablar de tonterías, Nuria tomó mi vaso de ron, le echó un pequeño sorbito, y cortó por lo sano.
- Bueno, chicos, yo no sé vosotros, pero yo he venido aquí a divertirme, así que habrá que ponerse manos a la obra.
Nos quedamos sonriendo, como tontos.
- ¿No tenéis ningún vídeo?.
En ese momento no teníamos ninguno. Julián hizo un amago de bajar al club a por uno, pero ella lo paró, y dijo que tenía uno en su bolso. Se levantó a por él y se lo pasó a Julián, que lo puso. Al poco de empezar, nos dimos cuenta que era un vídeo porno sólo de chicas. Alguna vez había visto en casa uno de esa serie, lo protagoniza una chica, una morena preciosa.
Bueno, el caso es que el vídeo seguía su marcha, y todos estábamos parados como pasmadotes. Al cabo de unos minutos, Nuria me preguntó dónde estaba el servicio. Salió y Julián y yo nos miramos. Se nos notaba a la legua la excitación, pero también que no sabíamos cómo empezar. Nuria volvió enseguida, y se sentó en el sofá, donde estaba, junto a Julián. Yo estaba en un sillón al lado, pero se quitó los zapatos y subió los pies al sofá, recogiéndose las piernas en un ovillito. Seguimos viendo el vídeo. Yo creo que los latidos de mi corazón debían de oírse en todo el cuarto. Entonces, Nuria me dijo:
- Raquel, ¿te importa si te cojo un poco más de tu ron?.
La miré para decirla que no, que no me importaba, pero mientras la contestaba, ella, cuando supo segura que la estaba mirando, abrió las piernas frente a mí, apenas unos segundos, y las volvió a cerrar. En ese preciso instante me di cuenta que había ido al baño a quitarse las braguitas. Bajo la falda no llevaba absolutamente nada. Y creí ver algo que más tarde confirmé.
Me quedé con la palabra en la boca, como una idiota, mientras ella me miraba a los ojos, me sonreía y se bebía mi ron. Acto seguido, se giró un poco, para ponerse frente a la televisión y, como quien no quiere la cosa, dejó caer su mano sobre Julián, sobre su cremallera. Empezó a acariciarle el bulto por encima del pantalón, mientras él me miraba a mí, como disculpándose. Antes de que nadie dijera nada, Nuria, sin dejar de mirar la tele, bajó la cremallera del pantalón, con una sola mano, la metió dentro, y extrajo la polla de Julián. Estaba totalmente empalmado, así que tuvo que desabrocharle también el botón del pantalón para poder sacarla. Estaba empapada de su líquido preseminal y este se quedaba pringando entre su polla y sus calzoncillos. Nuria, sin dejar de mirar la tele, empezó a masajearle suavemente la polla, haciéndole una paja muy lenta, muy lenta, subiendo y bajando su piel y descabezando su capullo.
Supongo que eso suponía ya el inicio de las hostilidades. Pero no sabía muy bien cómo actuar. Eso sí, tenía la sensación de que iba a calar hasta el sillón con mis flujos. Nuria siguió pajeándole, con extremo cuidado de no acelerar el ritmo para que no se corriera. Me miró un instante, dio una palmada en el sofá, y me dijo:
- Ven aquí.
Como una autómata, me levanté y me senté a su lado, ella en el centro, Julián a la derecha, y yo a la izquierda. Me pasó el brazo por el cuello y me hizo recostar la cabeza sobre su pequeño hombro. Tenía la mano derecha ya pringosa del líquido de mi chico. Se la acercó a la boca y la lamió. Me miró, me la enseñó y me preguntó si quería. Dije que sí con la cabeza y le lamí la palma de la mano. Me miró, besó su palma, humedecida por el flujo, me tomó la cabeza por la nuca y me depositó un pequeño beso en los labios, dejándome todo el sabor de la polla de Julián.
La miré a los ojos, sin poder reaccionar, pero Nuria que, la verdad, me estaba demostrando ser muy, pero que muy puta, empezó a sonreír.
- Bueno, chico, tu mujer y yo tenemos que hablar. Tú quédate aquí acabando de ver la película, y luego nos la cuentas.
Se reclinó sobre la polla de Julián, le dio un lametón con la lengua, rodeándole todo el capullo y se puso en pie. Me cogió de la mano y me dijo que la siguiera, preguntándome por el pasillo dónde estaba mi habitación. Llegamos a ella cogidas de la mano. Nuria me dijo que me veía tensa, que me calmara, que no pasaba nada y la verdad es que ella mismo me lo dijo como no dándole importancia. Como si fuera yo la muñequita y no ella, me dio la vuelta mientras me hablaba, y me desabrochó la falda y la blusa, tirándolas al suelo. Me quedé en sujetador y braguitas, y debía de tener la cara del mismo color rojo que ambas prendas. Ella siguió como jugando: se subió de pie a la cama.
- ¡Mira, ahora soy más alta! - exclamó sonriendo.
Me rodeó el cuello desde la espalda con sus brazos y empezó a chuparme el lóbulo de la oreja, a darme pequeños mordisquitos y besitos, y a hablarme bajito al oído. Me decía que no me preocupara, que ahora íbamos a jugar, que ella se encargaba de todo, pero que no fuera tan tonta como para bloquearme y no divertirme.
Mientras me hablaba, me desabrochó el sujetador, que cayó al suelo, y sus manos pasaron de mi cuello a mis tetas. Las tenía calientes, con los pezones como un dedal de tiesos. El contraste entre sus manitas pequeñas y pálidas y mis pechos, oscuros, con una areola más marrón todavía, y grandes, era enorme. Daba la impresión de que yo estaba abusando de una menor, o acostándome con una alumna del colegio. Pero si alguna de las dos sabía lo que estaba haciendo, sin duda esa era Nuria. Me pidió que me diera la vuelta. Ella bajó de la cama y se sacó el vestido delante de mí, quedándose completamente desnuda. Las braguitas se las había quitado antes, cuando fue al baño, y no llevaba sujetador. No tenía un pecho grande, pero para lo pequeñita que era, estaba muy bien formada, y aunque tenía formitas podía no llevar sostén. Pero ahora me di cuenta de lo que me había parecido ver antes... estaba completamente depilada.
Mis ojos se quedaron clavados en esa rajita limpia, aparentemente tersa, un coñito como el de una niña pequeña. Yo tengo mi pubis arregladito, pero soy una mujer con tendencia a ser velluda y se me acaba quedando una zona compacta de vello negro, tupido, que suelo peinar para desenredármelo. Pero nunca había visto un coño así. Nuria se dio cuenta de mi sorpresa, sonrió, me tomó la mano y se la llevó a su entrepierna. Estaba calentita, tibia, y el tacto fue algo que me sorprendió casi tanto o más como el aspecto.
- Te dejo yo a ti si me dejas tú a mi - me dijo, como sacándome de la hipnosis.
Acercó el cuenco de la palma de su mano a mi coño. Lo tomó sobre la braguita, y se pudo dar perfecta cuenta de mi humedad, por encima de la tela.
- ¡Uf, reina, estás como un lago…!.
Se sentó en la cama, frente a mi, y me bajó las bragas, deslizándomelas por las piernas hasta los pies. Me deshice de ellas y Nuria reculó sobre la cama, sin soltarme de la mano, arrastrándome tras ella. Se arrodilló frente a mi, y yo hice lo mismo. Me abrazó, frotándose contra mis pechos, besándome en el escote y en el cuello, y luego sacando la punta de su lengua y lamiéndome brevemente las mejillas.
- Ven - dijo.
Me hizo tumbarme boca arriba. Ella se tumbó sobre mi, y hundió su cabeza entre mis tetas. Se rió al ver cómo casi nadaba entre ellas. Se irguió, me dijo que me relajara y me tranquilizara, que la dejara a ella. Empezó a depositar besitos en mi cuello, en mis tetas, en mi estómago, bajando, bajando, hasta que llegó donde me temía que iba a llegar, donde esperaba que llegara.
Primero depositó otro besito en mi raja. Fue como una descarga eléctrica. Me agarró las caderas, como pidiéndome que no me moviera y me tranquilizara, y volvió a besarme, pero esta vez recreándose más, casi chupándome. Fue como un beso de boca, pero en mi coño. Empezó a pasear su lengua por mi raja, sin apenas abrirla, hasta que deslizó su mano entre mis piernas, separó los labios de mi vulva y empezó a lamer más adentro. Pienso que me he alargado demasiado por lo que, en el próximo relato, seguiré contando lo maravillosa que fue esta experiencia.
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