Una buena amiga
Autor: juanenko77 | 13-Jun
Hacía mucho tiempo que yo tenía novia, y me iba fenomenal con ella, no tenía ninguna intención de dejarlo, de hecho, no lo hice. No obstante, tenía una gran amiga, muy buena persona, muy simpática, muy agradable. Además de todo esto, me resultaba muy atractiva y me atraía bastante. Nunca había pensado en intentar alguna relación con ella, al margen de lo mío con mi novia. Aunque sí es cierto que en más de una ocasión había tenido fantasías sexuales con ella y en casi todas ellas deseé que alguna de ella se cumpliera en la realidad.
Esta chica tiene un cuerpo no muy escultural como los que se ven en las revistas de Playboy, pero sus pechos de un tamaño tan bueno y a la vez tan suculentos hacían que fuera muy apetecible para mí. Además, en muchas ocasiones, cuando salíamos de noche de marcha con los amigos, ella se ponía una ropa con unos escotes muy llamativos, y en muchas ocasiones mi vista se fijaba en él, aunque creo que nunca llegó a pillarme mirándoselo, o eso creo yo, quien sabe.
Aquella noche tampoco pensé en hacer nada con ella, aunque tampoco estaba muy seguro de si de verdad no quería nada. El caso es que, se dieron una serie de circunstancias totalmente espontáneas que llegaron a desembocar en quedarnos los dos solos en su coche, ya que fuimos a llevar a mi novia a su casa, y como también caía de paso, su novio también se quedó en la suya. Hacía unas pocas semanas que se había comprado un piso y me dijo que si quería entrar a verlo. Yo le respondí que eran casi las 3 de la mañana y que era un poco tarde, pero como ella insistió tanto, nunca jamás me pude negar ante la carita que me puso.
Quizá haciéndome un poco de rogar o tal vez por pensármelo demasiado, el caso es que accedí a verla.
Entramos en su casa y empezó a mostrarme cada habitación, empezando por la cocina y el cuarto de baño, siguiendo por el salón y dormitorios hasta terminar por el suyo. Estuvimos comentando cosas de la casa, que era muy acogedora, muy bonita y que estaba en muy buen estado. Un momento después le dije que su podía usar un momento el cuarto de baño, quería orinar, ella asintió y me dijo que mientras yo entraba allí ella iba a cambiarse de zapatos. Al salir del servicio cual fue mi sorpresa que no sólo se había cambiado de zapatos, sino que también se había cambiado de ropa. La encontré con una camiseta larga que le llegaba por las rodillas y unas zapatillas de andar por casa. También pude notar que no llevaba sujetador, ya que se le notaban los pezones más de la cuenta además de no verle las marcas del propio sujetador.
Llegado a este momento empecé a pensar en varias cosas, como que si esta situación podría estar preparada por ella para quedarnos solos, o por otro lado también pensé que realmente ella estaba cansada y quería acomodarse, no obstante estaba en su propia casa y creo que nadie le impedía a hacerlo, además, ambos nos considerábamos muy buenos amigos, y en un principio yo no debía de malinterpretar la situación. Quizá mi subconsciente me estaba jugando una mala pasada. Todo era posible.
Una vez acomodada y vista la casa, yo le dije que ya era hora para irme y dejarla descansar, ya que esa parecía su situación. Pero ella, sin embargo, opinaba todo lo contrario, se sentó en un sofá del salón y me dijo que le acompañara, además de preguntarme que si quería algo de beber. Yo le dije que ya estaba bien servido y que solo me apetecía un poco de agua. Se fue a levantar a traérmela pero yo le dije que no se molestara, que yo iría. Ella me dijo que muy bien, y me explicó donde guardaba los vasos. Fui hasta la cocina, cogí un vaso y sacié mi sed bebiéndome dos vasos. Cuando volví al salón, me llevé de nuevo otra sorpresa, aunque esta ya era casi la más increíble que podría haberme llevado esa noche, ya que encontré a mi buena amiga viendo la tele, pero no veía ningún programa cutre que aún pudiera estar emitiéndose, no, estaba viendo una película porno. Ella, al ver que ya había vuelto de la cocina, y darse cuenta de lo que salía en la tele y ver mi reacción no pareció darle mayor importancia. Es más, me volvió a decir que me sentara allí junto a ella y me preguntó que si acostumbraba a ver este tipo de películas. Yo le respondí que no solía verlas, aunque sí le dije que era cierto que en alguna ocasión si había visto alguna. Luego me preguntó que si me había masturbado mientras veía las películas, echándome un ligero vistazo hacia mi entrepierna, diciéndome que ella si lo hacía.
Ahora ya no había ninguna duda, pensé. Estaba suficientemente claro cual era el propósito de sus intenciones. Como la vi tan lanzada, y la idea pues la verdad es que no me disgustaba, mas bien todo lo contrario, me excitada bastante, decidí relajarme y seguir la conversación tal y como viniera, sin pensar en lo que pudiera pasar.
Así que, le respondí a la pregunta que antes me dijo diciéndole que yo también me masturbaba cuando veía alguna película porno. Me dijo que haciéndolo se relajaba muchísimo, que le encantaba hacerlo y que se autoproporcionaba mucho placer.
Una vez entrados en calor y quitados los miedos, le di una importante vuelta de tuerca a nuestra conversación preguntándole que si ahora también le apetecía masturbarse. Y ella, por supuesto, me respondió con un si muy excitante. Y entonces, le dije, que por mí no lo hiciera, que no me importaba que se masturbara delante de mí. Ella me respondió que le encantaba la idea, pero que solo lo haría si yo le acompañaba masturbándome también. Me lo pensé una décima de segundo y a la pregunta de ella: ¿Quieres?, enseguida le respondí afirmativamente y con una sonrisilla que ella también me devolvió.
Así pues y dicho esto, se levantó hasta la cintura la camiseta dejando al descubierto su entrepierna, y de nuevo otra sorpresa, no llevaba braguitas, o al menos se las debió quitar mientras yo estaba en la cocina bebiendo agua. Estaba recubierta no por mucho vello, pero solo por la parte de arriba, dejándose ver también unas piernas muy bonitas y totalmente depiladas. Se llevó su mano hasta esa zona previamente habiéndose llevado un dedo a la boca y haberlo mojado. Con su mano ya en la entrepierna me dirigió una sensual mirada y me dijo que cuando iba a empezar a hacerlo yo también, ya que me había quedado embobado mirando sus piernas y como movía su mano sobre el vello que le recubría su entrepierna. Así que, pensé que era el momento de complacer los deseos de mi compañera de sofá y también los mios propios. Me desabroché el botón del pantalón y seguidamente bajé la cremallera, y destapé lo suficiente el pantalón para dejar totalmente visible los slips que llevaba puestos. Mientras hacía esto, no dejaba de mirar a mi amiga a los ojos y sobretodo a los movimientos de su mano.
De nuevo, me volvió a decir que me apresurara, que tardaba demasiado. Le dije que sí, y tras ello, me destapé los slips, dejando salir como un resorte mi pene totalmente empalmado hasta dejar también los huevos visibles. Enseguida vi como le cambiaba la cara y como se mordía el labio inferior. No pude esperar más, así que me cogí el pene con una mano suavemente y empecé a masturbarme lentamente. De nuevo la miré a la cara y la vi aún más excitada. Como no sabía que decir, le pregunté que si le gustaba lo que estábamos haciendo. Ella respondió que le encantaba más aún porque nunca había hecho esto en compañía de nadie. Fui un poco más lejos y le dije que si le gustaba lo que tenía en mi mano, respondiéndome que la tenía muy grande y que era muy apetecible para ella. Como yo sabía que por sus gestos ella estaba deseando cogermela, me decidí a decírselo, pero la verdad es que no me dio tiempo, ya que ella sola acercó la mano que le quedaba libre hacia mi pene, me soltó la mano de él, me la cogió fuertemente y empezó a masturbarme. Ahí fue cuando empecé a gozar de verdad relajándome y acomodándome en el sofá. Le pasé la mano por detrás suya pero sin tocarla para poder acercarme un poco más a ella y me acerqué a su oído para susurrarle que me encantaba lo que estaba haciendo y que no parase. Ella, tras esto, enfrentó su cara hacia la mía, me respondió que le encantaba que me gustase tanto y acercó sus labios hacia los míos hasta chocar y besarnos. Primero fueron besos pequeños, cortitos pero seguidos, y luego empezaron a ser besos más apasionados, usando la lengua y con mucha violencia, mientras tanto ella no paraba de masturbarse y masturbarme a mí también.
La mano que le había pasado por detrás la empecé a usar para acariciar su cabello y su cuello, mientras que la otra la llevé a sus pechos, empezando a cogerselos sobre la camiseta. Estuvimos así bastante rato, hasta que ella paró, se levantó del sofá y se arrodilló frente a mí, quitándome los zapatos, los pantalones y seguidamente los slips. Una vez habiéndome dejado casi sin ropa, cogió un cojín del sofá, se lo puso entre las rodillas y el suelo, se acomodó en él y cogió mi pene con ambas manos. Empezó a bajar y subir el pellejo muy suavemente y con mucho estilo. Tras estar un rato haciendo esos movimientos cogió un pañuelo que tenía encima de una mesita y me secó el glande, que estaba un poco mojadito, soltó el pañuelo de nuevo en la mesa, acercó su cara hacia mi pene, sacó la lengua y empezó a lamerme el glande, que estaba al descubierto. También lamía todo el tronco y de nuevo el glande, hasta que por fin se lo metió en la boca y empezó a chuparlo suavemente. Luego de haber chupado un ratito solo el glande, fue metiéndose poco a poco todo el pene dentro de su boca, también lentamente. Bajó su mano hasta la base del pene y empezó a bajar y subir con mucha suavidad y poco a poco iba incrementando sus movimientos.
Yo mientras no podía hacer otra cosa que estar sentado en el sofá, totalmente inundado de placer y de vez en cuando acariciaba con una mano su cabello. También expulsaba algunos suspiros de placer, sin poder contenérmelos más tiempo. Estuvo así bastante tiempo, tiempo que parecía no pasar nunca. Era maravilloso ver a esa criatura como se tragaba todo mi pene, absolutamente todo. Llegó un momento en el que no pude aguantar más, estaba a punto de eyacular y como no quería hacerlo dentro de su boca, levante un poco el torso para llegar mejor a su cara y poder separarla de mi pene. Le dije que se sentara sobre mí, así lo hizo y una vez enfrente de mí con la ayuda de mis manos le acerqué su cara a la mía para poder besarla. Estuvimos besándonos un rato, hasta que le levanté la camiseta, dejando ver sus increíbles pechos hasta que se la quité entera. Llevé mis manos a sus pechos, los cuales no me cabían en cada mano. Empecé a cogerlos, a apretarlos suavemente, a pellizcarle los pezones también suavemente, hasta que llevé mi boca hacia ellos y empecé a besarlos. Cada vez los apretaba un poco más, pero sin llegar a hacerle daño, y ya no los besaba, sino que se los chupaba locamente. Estaban muy ricos, no podía dejar de comérselos ni de cogérselos. Mientras, ella me acariciaba el pelo y los hombros, y me decía muy suavemente al oído que le volvía loca y que no parara de hacer lo que estaba haciendo.
Después de haber estado un buen rato comiéndome sus pechos, la cogí en peso y la iba a tumbar en el sofá, pero ella me dijo que la llevara hasta su dormitorio, y así hice. Me dirigí hacia allí y la dejé en la cama. Me puse de rodillas en el suelo y empecé a besarla, seguí hasta los pechos, luego le besé la barriguita, hasta llegar a la entrepierna. Allí empecé a besarle suavemente el poco vello que tenía. Me la acomodé un poco enfrentándomela hacia mí, le separé las piernas y de nuevo empecé a besar los alrededores de su vagina, hasta que por fin se la besé. Me ayudé de los dedos de mis manos para abrírsela un poco para poder meter la lengua, y una vez así, empecé a lamerle suavemente el clítoris. Estaba un poco húmedo, pero sabía bien. Así que, me dediqué por completo a lamerle la vagina y sobre todo el clítoris. Primero despacio, escuchándola suspirar de placer, para luego ir aumentando el ritmo de mi lengua empezando a ir mas rápido, sin parar, notando ya no solo los fuertes y sonoros suspiros, sino también como se movía de los espasmos de placer que le proporcionaba mi lengua. Hasta que empezó a gemir no muy fuerte, diciéndome que lo hacía de maravilla y que no parase de comerle. Así hice, lo cual con esos ánimos que me dio incrementé un poco más todavía mis movimientos de lengua. Y con ellos ya no suspiraba, sino que gritaba mi nombre, cosa que me puso aún mucho más caliente y ya no me conformaba con comérmela, quería algo más. De modo que me levanté, la volví a acomodar en la cama, poniéndola centrada y me tumbé en la cama junto a ella.
Empezamos a besarnos y ella me cogió el pene bajando y subiendo el pellejo que lo recubría, hasta que me dijo al oído que quería más. Como estaba deseando darle más todavía, me tumbé sobre ella con cuidado y le susurré mirándole a los ojos que me ayudara a metérsela. Enseguida ella me obedeció. Me cogio el pene y apuntó hacia su vagina frotándoselo con la punta de mi glande. Lo hacía poco a poco, se estaba recreando, y eso a mi también me gustaba. Por fin, decidió empezar a meterla, muy despacito, cosa que yo noté rápidamente. Así que me dijo que ya estaba dentro y que empezara cuando quisiera, que ya no podía esperar más. Como yo tampoco podía hacerlo, le dije que se pusiera cómoda y que se preparara para gozar mucho.
Muy despacio empecé a metérsela, hasta notar que llegaba al fondo. Y volvía a sacarla, pero no completamente, dejando el glande dentro para que no se saliera. De nuevo volvía a meterla hasta el fondo, y de nuevo a sacarla otro poco. Todo esto con mucha delicadeza y tranquilidad. Mientras la miraba a los ojos para ver su reacción. Con su sola mirada sabía la respuesta. También la iba besando por momentos. Así estuve un rato, hasta que empecé a aumentar la velocidad de mis movimientos. Cosa que ambos notábamos, ya que mis sensaciones de placer aumentaban y sus movimientos también, además de abrazarme cada vez más fuerte la espalda y empezar a gemir de nuevo. Pero esta vez lo hacía como nunca. Su cara de placer era un poema. Yo sabía que le estaba proporcionando todo ese placer y cada vez se lo demostraba con más velocidad en mis penetraciones. De nuevo ella empezaba a gemir pronunciando mi nombre, y yo volvía a aumentar mis movimientos. Así estuvimos mucho tiempo, hasta que me cogio la cara con las manos y me dijo al oído que quería que terminara dentro, que no me preocupase porque tomaba la píldora, que ahora era cuando mejor estábamos y sería una pena no acabarlo completamente. Me miró a los ojos y me besó. Yo le devolví el beso, pero sin dejar en ningún momento de penetrarla. La verdad era que yo estaba casi a punto de eyacular y tampoco hubiera querido terminar de esa manera. Así que saqué de mí las fuerzas que me quedaban para seguir a esa velocidad penetrándola. No podía más. Estaba a punto de eyacular, y así se lo dije dándole un beso. Ella me puso sus manos en la cabeza y empezó a acariciarme dándome también besos. Apuré al máximo hasta que por fin descargué todo mi semen dentro de su vagina, soltando a la vez gemidos de placer, al igual que ella.
Esos segundos en los que descargué todo lo que llevaba dentro de ella fueron los más intensos y más placenteros de toda la noche, como no podía ser de otra manera. Además, ella se abrazó fuerte a mi espalda y suspiraba de placer junto a mi oído. Por fin acabé, aunque dejé mi miembro dentro de su vagina, notando como disminuía de tamaño dentro de él mientras nos besábamos.
Cuando me levante de su cuerpo y me tumbé junto a ella, no supe que decirle. Ella se giró hacia mí, puso su mano sobre mi pecho y me dijo que había sido maravilloso, que nunca antes lo había pasado tan bien con un hombre como aquella noche. Yo me sentí rápidamente agradecido por esas palabras y le dije que yo también lo había pasado de lujo, que había sido algo irrepetible.
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