Safari (I)

Autor: Anónimo | 14-Dec

Heterosexuales
Jamás imaginé ganar el concurso fotográfico; aunque era lo que más deseaba en el mundo. La compañía para la cual trabajo me seleccionó entre las mejores empleadas que participaron con sus fotografías; así que por un lado me había ganado una licencia de 10 días; y por el otro una semana todo pago con viaje incluido para fotografiar la selva y reservas faunísticas africanas. Que más podía pedir. Así que hice mi equipaje y salí hacia la aventura. La aventura en todas sus formas.

El viaje fue agotador!!!. Arribé al aeropuerto de Ciudad del Cabo donde me esperaba un comité de bienvenida patrocinado por la línea de películas de filmación para la cual trabajaba, y un traductor. Mas que nada para la lengua nativa ya que yo manejaba el inglés casi a la perfección. Con el idioma no tuve inconvenientes por el tiempo en el que permanecí en el hotel de Ciudad del Cabo. Luego nos trasladaron en camioneta a los bungalous de la zona turística de la ciudad de Kinshasa. para luego partir al día siguiente a las reservas volando y recorriendo distintos puntos del África; como así también internarnos en la plena selva africana. Allí pude descansar un poco

Yo era la única mujer blanca del grupo de ganadores del concurso. Había hombres, mujeres y hasta jovencitos, mexicanos, brasileños, orientales, etc.; que trabajando para la misma empresa multinacional ganaron el concurso en otras partes del mundo.

El África era una de las tantas maravillas del mundo que anhelaba conocer. Y hasta ese momento mis deseos parecían hacerse realidad. Una vez internados en el territorio volamos en una avioneta por el desierto del Sahara. Su clima completamente árido y las casi blancas arenas cruzadas por cielos límpidos y celestes nos permitían apreciar el vuelo de infinitas bandadas de aves que iban en busca de lugares más adecuados para su vida; brindaban un majestuoso espectáculo. Yo no hacía más que disparar una foto tras otra; buscando la mejor perspectiva para mi imagen. Hasta que volando llegamos al Kalahari; meseta desértica, pero con mejores condiciones para la flora y la fauna. Desde lo alto manadas de antílopes, búfalos, jirafas, etc...; cruzaban la meseta.

Caía la tarde cuando el cielo resplandeció en miles de colores. Maravillada por ver tanta belleza gatillé una vez tras otra mi cámara para plasmar en mi película el instante supremo donde el cielo se une con la tierra. El sol era una bola color naranja-fuego que lentamente se ocultaba como llamando a una manada de antílopes que, pareciera ser; iba a su encuentro. Que belleza que era todo. Con el transcurrir de los días el recorrido terrestre lo hicimos en camionetas perfectamente equipadas al mando de uno de los descendientes de la tribu masai. Era un negro que al verlo me impactó. Su altura oscilaría en 1,87 a 1,90 metros. Cabello negro mota bien pegado al cuero cabelludo, parecía como si estuviese tallado en su piel. Como digno descendiente de la estirpe de los masai, su piel parecía una seda negra. Al presentarse al grupo, lo hizo en lengua nativa; el bantú; típica de varias tribus africanas. Me llamó poderosamente la atención el color de sus dientes; se asemejaban a perlas blancas. Y a él se le notaba perfectamente lo impactado que estaba por la blancura de mi piel.

Gracias al traductor comprendíamos lo que quería decirnos. Todos subimos a la camioneta y ésta a un trasbordador, con el cual navegaríamos por todo el río Congo, hasta internarnos en su exuberante selva. Allí fotografié todo lo que estaba a mi alcance; inclusive a Siyawe. Cuando salimos de la selva caminamos por la orilla del río hacia donde se había montado el campamento. Estaba anocheciendo y una gran fogata se prendió entre las carpas al igual que en los alrededores; para ahuyentar alimañas o animales salvajes. A lo lejos se escuchaba el sonido de unos tambores y cánticos nativos. Los negros que nos acompañaban también comenzaron a danzar y cantar al compás de esos tambores; como si fuera un rito. Hasta que de pronto Siyawe apareció con las ropas de un típico jefe cacique. Me maravilló lo hermoso de su escasa vestimenta y el colorido de sus plumajes; pero más me cautivó y excitó los movimientos contorneantes que realizaba con su cuerpo al compás del canto.

Pude apreciar su cuerpo perfectamente torneado como toda una esfinge negra. Era pura fibra danzando. Su baile me erotizó a tal punto que comencé a sentir mi humedad. Me levanté de donde estaba sentada observando y caminé hasta el gran árbol que internaba sus raíces en el río; y allí me quedé por largo rato hasta que todo se silenció. Cada uno había ido a dormir a su tienda cuando la luz de la luna iluminó el río. El movimiento de las aguas me asustó y casi quedé paralizada; hasta que vi salir de ellas a Siyawe. Fue entonces cuanto más me erotizó la escultural belleza de ese dios de ébano que corría hacia mí; sentía mi humedad deslizarse por mis piernas al tiempo que mi respiración comenzaba a agitarse aún más. A unos metros se encontraba su ropa, se detuvo frente a ellas, nos miramos fijamente; tomó su ropaje del suelo exclamando unas palabras que no comprendí y se retiró hacia la tienda; cubriéndose sus partes más íntimas. Lo cual lamenté mucho!!! Pensé que tal vez pudo haber sentido vergüenza por estar desnudo frente a una mujer que no era de su raza; pero no daba la impresión de ser el tipo de hombre que se recate frente a una mujer.

A la mañana siguiente nos dirigimos a una de las reservas; y yo aproveché la ocasión para sentarme en la camioneta a su lado. Me subyugaba su estampa tan viril. El balconeo de la camioneta hacía balancear nuestros cuerpos al punto de estar constantemente chocándonos. Yo; lo observaba y él, me sonreía. El roce de nuestras piernas y de su fibroso brazo sobre uno de mis pechos, ya me estaba calentando. El calor era abrasador, mi musculosa estaba empapada de sudor; lo cual la ceñía más y más a mi cuerpo marcando mis pezones erectos. Él también sudaba tanto que se quitó su camisa y fue ahí que un balquinazo logró que nuestros torsos se rozaran; excitándome más por sentir la fragancia viril que emanaba su negro cuerpo lustroso.

Transcurridas unas tres horas de viaje llegamos a la reserva. Bajamos de la camioneta y nos reparamos a la sombra de unos árboles. De un lado se encontraban comiendo una manada de jirafas; y del otro lado de los árboles más altos una pareja de elefantes se encontraban apareándose alejados de su manada. Siyawe dio indicaciones al traductor acerca de no alejarnos y no hacer demasiados ruidos. Con mi cámara saqué varias fotos y luego atrapó mi mirada la forma en que se apareaban los elefantes; es más quedé atónica cuando vi con el zoom de la cámara el miembro del animal. Guauuu!!!...medía... calculo, unos 50 centímetros aproximadamente. La escena me dejó perpleja. Me apoyé sobre el árbol y comencé a disfrutarla, pensando cómo sería coger con Siyawe. De pronto sentí una respiración sobre mi cuello y era él que apoyándose en el árbol contemplaba junto a mí el fantástico espectáculo. Su respiración erizaba mi piel y su fragancia a macho africano empezaba a excitarme más y más al punto que mi respiración se aceleró y ya la humedad que libraba mi vagina asomaba en el short. Me tomó de los brazos, expresó unas palabras que no entendí y me llevó tomada de la cintura hasta la camioneta.

Continuamos recorriendo la reserva y sacando fotos durante todo el día. Estaba atardeciendo cuando vi a Siyawe alejarse del campamento y dirigirse hacia la laguna. Fui tras de él y lo observé quitarse su bermuda y arrojarse al agua completamente desnudo. Lo vi nadar y saltar en el agua y me dio ganas de estar allí con él. Asomaban las primeras estrellas en el firmamento cuando me quité la ropa y caminé hacia la orilla. Con todo su bello torso sobre el agua me observaba mientras me dirigía hacia él. Extendió su mano y nadé a su encuentro. Nadamos y nos arrojamos agua riendo mientras nuestros cuerpos se rozaban, se balanceaban casi... al punto de tocarse. Me pareció tener un calambre en una de mis piernas cuando él me tomó fuertemente entre sus brazos y pude sentir la majestuosidad, de su miembro viril. Llevé una de mis manos bajo el agua para palpar lo que sentía, cuando él me alzó y me llevó a la orilla. Parados en la arena bajo la luz de la luna nos miramos y nuestros cuerpos su juntaron. Me tomó por la cintura y mis manos se deslizaron suavemente de manera casi imperceptible sobre su pecho. Acaricié sus tetillas, las cuales me daban ganas de lamer. Acaricié su fuerte espalda; bajé y me así de sus pulposos negros y fornidos glúteos; acercando su miembro cada vez más a mi pubis. Él cubría con sus manos todo mi cuerpo; hasta que me arqueé de placer al sentir su miembro elevarse duro hacia mi puerta de placer. Su gruesa boca se apoderó de mi boca y mis jugos comenzaron a correr hacia abajo a toda velocidad. Luego sus labios se prendieron de mis pezones hasta ponerlos parados por lo duro. Con su mano jugó en la puerta de mi vagina hasta que los labios de mi vulva se tensaron.

El calor de la noche y el hedor de macho en celo me envolvía y me excitaban por demás. Me prendí de su cuello, mis piernas abrazaron sus caderas y allí de pie en medio del descampado a la luz de la luna me cogió sin cesar. Nuestros jadeos eran más fuertes y acelerados... - Aja, aja!!!... jjjaaa!!!, jajaja!!!.

- Jjjaaa!!!, mmmm!!!, aaahhh...; Emitía él mientras me cogía con movimientos circulares de cadera, en cada una de sus embestidas. Ello provocó un gran éxtasis en mí; hasta que comencé a gemir más y más fuerte de placer.

- Aaahhh!!!... mmmaaahhh!!!, yyyaaahhh!!!

Y a Siyawe no le quedó más que cubrirme la boca con su mano; a la vez que me sostenía del culo, para elevarme empujándome el cuerpo y cogerme mejor. El tiempo parecía haberse detenido. Y el haz de la luna reflejaba la sombra danzante de la pasión de nuestros cuerpos sobre la arena. Entre tantos jadeos y gemidos, el cuerpo me temblaba sin cesar y mis contracciones vaginales devoraban la verga de ese corcoveante semental africano... mmm!!!!!, mmm!!!!, se oía salír de mi ser.

- Aaahhh!!!, aaahhh!!!, mmm... - jadeó él hasta entregarme su preciado líquido marfil que inundó mi vagina; como lluvia de estrellas bajo la noche de luna llena. Tan llena de éxtasis y placer como yo.

Continuará...

A mis queridos lectores espero que les haya sido de agrado. Para disfrutar de una forma más sensual la imaginación y las sensaciones.

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