La chica de la limpieza

Autor: peque | 09-Nov

Heterosexuales
Eran las 20:00 de una tarde lluviosa. Yo estaba sentado en mi despacho trabajando, pensando en lo tarde que iba a salir de la oficina, por culpa de la acumulación de trabajo atrasado. Me afloje la corbata y me desabroche el primer botón de la camisa para estar más cómodo y empecé a concentrarme en mi trabajo.

Eran ya las diez y en esa planta del edificio solo quedábamos yo y la chica de la limpieza. Era una chica de unos 29 años, que estudiaba en la universidad, bellas artes me dijo un día charlando en la maquina del café. También me comentó que venia a trabajar por las noches para sacarse un dinerillo. Chelo, que era así como se llamaba era una chica de esas que se dicen del montón, no era ni muy guapa ni muy fea, pero era atractiva, y tenia un encanto especial y era muy abierta para charlar de cualquier tema. Físicamente me atraía bastante, y mucho más cuando entraba en mi despacho y me trataba de usted, eso si que me aceleraba el corazón.

Pues allí estaba Chelo, delante de mí limpiando las mesas de los trabajadores, con la cintura moviéndola al ritmo de la música que se escuchaba por los altavoces. Solo nos separaba la enorme cristalera de mi despacho. No podía dejar de mirarla. Había algo en ella que me atraía. Su culito iba de un lado al otro, estaba bailando con la música. Chelo se giró y se acercó a la puerta de mi despacho, llamó dos veces y con dulce voz me dijo:

- Buenas noches Sr. Gallardo, ¿Le importa si limpio su despacho?.

- Como no Chelo. No me importa en absoluto. Entra - Le contesté.

Y allí estaba Chelo, limpiando mi despacho mirándome de vez en cuando, como si quisiera decir alguna cosa y no se atreviera a preguntar. Me quede absorto mirando su escote, cuando ella no me miraba y sonreía. Dejaba al descubierto aquellos dulces pechos, como asomaban por la bata de trabajo. Vi como Chelo se acercaba a mi mesa, y retire la mirada del escote sin que ella se diera cuenta, para que no se sintiera violenta, se sentó en una de las dos sillas que tengo enfrente de mi mesa y me dijo:

- Sr. Gallardo, sino es ninguna molestia me gustaría preguntarle una cosa.

- Llámame José, por favor, no me trates de usted. Dime.

- Veo que usted no tiene secretaria. ¿Que tendría que hacer para pedir un puesto de trabajo? Es que quiero dejar la universidad.

Entonces empecé a pensar, lo cierto es que una buena pregunta. No tenia secretaria, y una me ayudaría bastante con mi trabajo. Porque no habría pensado antes en esta solución. Y si encima era Chelo, una chica que ya conozco, atractiva, trabajadora y con ese escote que me estaba poniendo cada vez más nervioso.

- No sé Chelo, pero creo que si me insistes un poco más, creo que ya me entiendes podría hacer alguna cosa.

La cogí de la mano que tenia en la mesa y se la empecé a acariciar, esperando cual seria su reacción. Se levantó, dio la vuelta a la mesa, se me puso delante, se soltó la coleta que llevaba, dejando su melena morena suelta, y empezó a desabrocharse la bata que llevaba puesta y dijo:

- Pues no sé si esto le va a convencer del todo.

Cuando se quitó la bata pude ver lo que llevaba puesto, un jersey blanco que dejaba los hombros al aire, no llevaba sujetador, y una falda que le llegaba hasta las rodillas. Me levantó y me empezó a besar el cuello con mucha dulzura, mientras con las manos empezaba a desabrocharme la camisa. Yo mientras le empecé a acariciar ese dulce culito que minutos antes miraba como se movía al ritmo de la música. Cuando acabó de desabrocharme la camisa me la quitó y la tiró al suelo y me empezó a besar. Nuestras lenguas empezaron a juguetear mientras ella me acariciaba todo mi torso.

Yo empecé a subirle el jersey hasta quitárselo. Y allí estaban esos dos maravillosos pechos al descubierto, tenia los pezones duros como una piedra. No dudé y empecé a besarlos y a mordisquearlos entre mis dientes. Ella hacia pequeños gemidos. Chelo me fue acercando lentamente hacia la mesa y me dijo que me sentara. Y así lo hice, me senté y empezó a besar mis pezones, que también se pusieron duros, mientras con las manos me tocaba mi paquete, que empezó a crecer al notar sus suaves manos rozando el pantalón. Desabrochó el cinturón y la cremallera y me bajó los pantalones hasta las rodillas y empezó a juguetear con mis calzoncillos, que pensaba que se iban a romper dentro de poco, por lo dura que ya la tenía. La empezó a acariciar y fue deslizando su lengua desde mis pezones hasta el ombligo, besándolo con dulzura y después continuó bajando y besó las ingles, sin dejar mi dura y tiesa polla de entre sus manos.

Empezó a besar y lamer los huevos con mucha suavidad, y de esa sensación y en la situación que estábamos hice un gemido de placer, que la puso más cachonda porque empezó a chupármela con fervor. Me masturbaba mientras con la lengua recorría toda la polla y introduciéndosela toda en su boca, notándola entrar en su boca, con la lengua jugueteaba con mi frenillo. Sin que ella parara de chupar, me bajé de la mesa y me quité los pantalones y los calzoncillos, le dije que se sentara en mi silla que ahora quería probar su dulce postre. Ella me miró y con una risita picarona me dijo que dulce ahora no lo tenia, que estaba empapado. Bueno, le contesté, también me gusta lo salado. Lo tendré que probar. Me agaché, subiéndole la falda y dejándole al descubierto ese pequeño tanga blanco que llevaba puesto. Le empecé a besar los muslos y con la mano comprobé que efectivamente tenia todo el tanga empapado. Le separé el tanga y deje al descubierto todo aquel húmedo sexo, y lo empecé a lamer con suavidad, lo quería saborear todo. Empecé a juguetear con mi lengua y su clítoris y ella no paraba de moverse, gemía de placer y me acariciaba mi cabeza, haciéndola prisionera de su cueva, sin dejarla escapar. Cada vez se movía con más fuerza y sus gemidos eran más fuertes. En medio de un gemido me dijo:

- Fóllame con tu lengua.

Y así lo hice, le metí toda mi lengua dentro de su cueva, y todos sus jugos se escapaban hacia mi boca. No dejé de follarla con mi lengua, me apretaba con fuerza la cabeza hacia dentro para que entrara más, mientras ella se acariciaba los pechos y se endurecía los pezones. Chelo me levantó y me empezó a besar por toda la boca, y empezó a chupar todos los restos de jugos que tenia en los labios, mordisqueándolos. Cuando acabó la levanté y la llevé hasta la mesa y la senté, le separé las piernas y le fui introduciendo poco a poco todo mi sexo. Quería que notara como entraba poco a poco, cuando entró toda empecé a penetrarla poco a poco con ritmo rápido y suave, podía notar como su cueva se acoplaba a todo mi sexo. Empecé a besarla sin dejar de penetrarla Chelo empezó a arañarme la espalda, me arañaba con fuerza, señal de que estaba disfrutando, esto me puso más cachondo y la penetré con más fuerza, gemíamos los dos de placer.

Ella se incorporó me sacó la polla, y mientras las masturbaba me dijo que la follara con más fuerza. Entonces la levanté y la puse apoyada en la mesa y el culo mirándome, y la volví a penetrar, pero ahora con más fuerza. La mesa se movía cada vez más y ella me pedía más. La tenia cogida por las caderas y las acercaba hacia mi con fuerza, ella se pellizcaba los pezones y sé movía de placer. Las embestidas eran cada vez más fuertes, la cogí por los hombros y la penetraba con más fuerza todavía. Gemía y gemía. Yo sabia que a ese ritmo no iba a durar mucho tiempo, estaba gozando mucho. Tire de ella con fuerza y ya no aguanté más. Todo mi chorro de semen entró con rabia hacia dentro, ella se estremeció de gusto al notar como parte de mí entraba en ella. Nos quedamos así unos 10 segundos y me retiré. Chelo cogió mi mojada polla y la empezó a toquetear y me dijo que me sentara que me la iba a limpiar. Me senté y ella se arrodilló delante de mí y me empezó a chupar la polla, limpiando todos los restos de semen que todavía quedaba. Se levantó, se puso delante de mí, apoyo su mano en mi hombro y dijo:

- Sr. Gallardo, ¿Se encuentra bien? Se a quedado muy pensativo. Le había preguntado que tenia que hacer para pedir el puesto de secretaria.

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